sábado, septiembre 17, 2011

“AMIGO NO TE HAGO NINGUNA INJUSTICIA…QUIERO DARLE A ESTE ÚLTIMO IGUAL QUE A TI”


Mt 20,1-16

“Manténganse con humildad y mansedumbre en los caminos rectos que les enseña el Señor, a los que se refiere el salmo: Dirigirá a los humildes en el juicio y enseñará a los mansos sus caminos. Si no es humilde y manso, nadie puede conservar perpetuamente la paciencia en medio de las fatigas de este mundo, sin lo cual no se puede custodiar la esperanza en la vida futura” (San Agustín, Serm. 152,2-3).
La liturgia de la palabra nos inserta en el tiempo de Dios. Tiempo del anuncio Kerygmático-pascual: Fe en Jesús Muerto y Resucitado. Tiempo de oración, de  perdón-corrección y de reconciliación. Tiempos de la espiritualidad cristiana, “fe en la caminada”, que enraíza su interioridad en la pedagogía de la conversión como un llamado a la verdad (Jn 8,32)  a la igualdad, a  la dignidad de hijos en el Hijo, que nos convoca a amarnos como hermanos (Jn 13,34) y a perdonarnos de la misma manera como Él ha perdonado nuestras deudas (Mt 6,14; Cfr. Mt 18,33).
Esta es la experiencia de fe en la llamada del Dios de Jesucristo; Dios comunidad que se da cómo propuesta pedagógica en la formación dentro de la escuela de discípulos, a la que somos llamados en los diferentes momentos y circunstancias  de la vida. Somos llamados por el Señor: en la mañana, a media mañana,  al medio día, al atardecer  y al anochecer,  recibiendo el mismo trato y la misma paga por el trabajo realizado: Dios no toma en consideración tus talentos sino tu disponibilidad. Sabe que has hecho lo que has podido, aunque hayas fracasado en el intento, y contabiliza en tu favor lo que tratas de hacer y no has podido, como si lo hubieras hecho de verdad" (San Agustín. Serm.18,5).
Lo que se ha planteado en al párrafo anterior,  es el fondo teológico de la pericopa que reflexionamos hoy. Esta forma parte, de las parábolas del Reino en Mateo, que junto a las 7 de Mt 13, 1-49 y a las dos de Mt 25, 1-30; abren la posibilidad de presencializar el reino en la comunidad. Estas parábolas comienzan con  una frase técnica empleada por Mateo, que nos ubica en el contexto pedagógico del tiempo del discípulo con el tiempo de Dios:

“El Reino de los cielos se parece a...”
§  Un sembrador que salió a sembrar… (Mt 13, 3-9)
§  Un grano de mostaza… (Mt 13,31-32)
§  La levadura que tomó una mujer... (Mt 13,33)
§  Un tesoro escondido en un campo... (Mt 13,44)
§  Un comerciante... (Mt 13,45)
§  Una red que se echa en el mar... (Mt 13,47-49)
§  Un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos... (Mt 18,23-35)
§  El dueño de una viña (Mt 20,1-16)
§  Las vírgenes necias y las sensatas (Mt 25,1-13)
§  A un hombre que partió de su tierra y confío su dinero… (Mt 25,14-30)

Estas parábolas forman parte de la enseñanza de Jesús en Mateo sobre la presencia del reino. Es en este sentido, que la parábola del dueño de la viña y los trabajadores, nos coloca frente a un llamado del Señor y una respuesta del discípulo en la realidad del reinado de Dios a  vivirlo en igualdad de condiciones como hijos en el Hijo. Somos llamados a través de la  Palabra: A la Fe, a la Oración y a la experiencia del Perdón-corrección y la reconciliación; elementos que subyacen en el fondo teológico de esta parábola, sin los cuales el reino sería una realidad vacía.
La estructura de esta parábola está asociada con el itinerario de las oraciones de los judíos. A este itinerario Jesús le da la connotación de los diferentes llamados que hace Dios a hombres y mujeres para que sean trabajadores de su viña, es un llamado sin condicionar la procedencia de los trabajadores[1]. El llamado es iniciativa del Señor, y no desde propuestas humanas que están cargadas de prejuicios e intereses egoístas, perdiendo el horizonte cristiano y cuestionando el actuar de Dios: “Estos, que llegaron al final, trabajaron solamente una hora, y usted le ha pagado igual que nosotros, que hemos aguantado el trabajo y el calor de todo el día” (Mt 20,12).
Frente a la adversidad planteada por la terquedad de la gente, Jesús el Señor, responde con su pedagogía, así como le respondió a Pedro  en las ocasiones que se oponía a su destino (Mt 16,22): “Amigo, no te estoy haciendo ninguna injusticia. ¿Acaso no te arreglaste conmigo por el salario de un día? (Mt 20,13) Esta es la alianza que hacemos con el Señor con la paga convenida que es igual para todos los llamados, sin hacer acepción de personas, es decir, no debe existir ninguna clase de reproche al Señor por su bondad: “¿O es qué te da envidia que yo sea bondadoso?” (Mt 20,15) [2]. “Si yo quiero darle a este que entró a trabajar al final lo mismo que te doy a ti, es porque tengo el derecho de hacer lo que quiera con mi dinero” (Mt 20,14-15).
La bondad de Dios consiste, en que Él a todos nos hace el llamado de trabajar en su viña, y lo hace en el tiempo de su tiempo. El tiempo del Padre es la pedagogía de la esperanza y la  pedagogía de la conversión humana: de abandono: “¿Por qué se han quedado todo el día sin hacer nada? _Contestaron: Porque nadie nos ha contratado” (Mt 20,6-7) Y de prueba: “Vayan ustedes también a trabajar a mi viña” (Mt 20,7) Este texto nos coloca en la presencia performativa del reino de Dios: Llamado y Respuesta del discípulo seguidor que ha asumido la espiritualidad cristiana en el hoy del Padre, donde: “los últimos serán primeros, y los primeros serán últimos” (Mt 20,16).

“Cristo sana, Cristo purifica, Cristo Justifica”  (San Agustín. Serm. 292,2)

[1] El propietario sale, en cinco ocasiones, desde la primera hora del día hasta la hora undécima (vv.1-7) a buscar jornaleros para su viña. El acento recae sobre estos últimos jornaleros de la hora undécima, a los que "nadie ha contratado". Nadie se ha fijado en ellos ni ha contado con ellos para trabajar en sus campos. Son imagen de los marginados de la sociedad de la época (publicanos, pecadores, enfermos...), excluidos de la atención y preferencia de las élites religiosas y políticas, a los que Cristo se acerca e incluye en la mesa del Reino.  (http://www.discipulasdm.org/biblia/lectio_divina/lectio_ciclo_A/lectio_25_to_1_a.htm).
[2] ¿Qué rasgos caracterizan a este hombre, según la parábola? Fijémonos, sobre todo, en cómo se define él a sí mismo, en el versículo 15: «Yo soy bueno». Confronta este versículo con  Lc 6,35 y con Mt 19,17  ("Uno solo es el Bueno"). Según estos paralelismos, identificamos al propietario con el Padre. (http://www.discipulasdm.org/biblia/lectio_divina/lectio_ciclo_A/lectio_25_to_1_a.htm).

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