viernes, junio 15, 2012

EL REINO DE DIOS IX


Mc 4,26-34 

Oh Dios, que eres siempre el mismo, conózcame a mi, conózcate  a ti”

                                                                         (San Agustín. Sol 1,1,1) 

El reino de Dios es una realidad predicada por Jesús, no es algo etéreo, sino constitutivo en la vida de la comunidad de creyentes. La predicación de Jesús empieza con esta realidad porque el tiempo de espera está cumplido: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado” (Mc 1,15; Cfr. Mt 3,2; 4,17; Lc 17,21) es una actitud de corazón que afecta todo el ser y transforma: “Conviértanse y crean en la Buena nueva” (Mc 1,15).

Esta actitud de corazón que trasforma, no se puede entender como un estado físico: el reino es “justicia, paz y gozo en el espíritu” (Rm 14,7) está dentro de nosotros, nace del corazón, es creer en la buena nueva. Es trasmitir esta Buena Nueva, es compartir tu pan con el hambriento, solidarizarse con el que sufre y el oprimido (Cfr. Mt 25,31-40; St 1,27; 2,16; 5,4-6) es no cometer injusticia, porque los injustos no heredarán el reino de Dios (Cfr. Mt 25,41-46; 1Cor 6,9-10)  Por lo tanto, la presencia del reino es una actitud personal y comunitaria, es vivir en el anuncio Kerygmático de Dios: 

Es necesario, pues, redescubrir cada vez más la urgencia y la belleza de anunciar la Palabra para que llegue el Reino de Dios, predicado por Cristo mismo. Renovamos en este sentido la conciencia, tan familiar a los Padres de la Iglesia, de que el anuncio de la Palabra tiene como contenido el reino de Dios (Cfr. Mc 1,14-15), que es la persona misma de Jesús (la Autobasileia), como recuerda sugestivamente Orígenes. El Señor ofrece la salvación a los hombres de toda la época. Todos nos damos cuenta de la necesidad de que la luz de Cristo ilumine todos los ámbitos de la humanidad: la familia, la escuela, la cultura, el trabajo, el tiempo libre y los otros sectores de la vida social. No se trata de anunciar una palabra solo de consuelo, sino que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el encuentro con Él, por el cual florece una humanidad nueva” (VD 93). 

Desde esta perspectiva, el anuncio Kerygmático de la Palabra de Dios es la que crea la comunidad del reino: a- Que vive el amor a Dios y al prójimo (Mt 22,37-40); b- Que perdona las ofensas (Mt 23,21-22; Lc 17,4; Cfr Mt 6,12); c- Que ora al Padre en nombre de Jesús (Mt 18,19-20; Cfr Jn 15, 7.16); d- Que vive las bienaventuranzas (Mt 5,3-12; Lc 6,20-23); e- Que está al lado del necesitado (Mt 25,31-41); f- Que vive la misericordia como prójimo (Lc 10, 29-37).  

Por esta razón, el reino de Dios es un llamado: 1- A combatir el mal, (Cfr. Ef 6,12); 2- A vivir en plenitud la Cruz, la resurrección, la ascensión y la presencia del Espíritu (Jn 19-20).  

El Reino es la realidad de un cielo nuevo y una tierra nueva (Cfr. Is 65,17; 1P 3,13; Ap 21,1; - Rm 8,19-23 -) donde crece la Palabra de Dios “Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mi y yo en ti, que también sean uno en nosotros”  (Jn 17,21; Cfr. Jn 15,1-17) y de esta manera, “Dios sea todo en todos” (Cfr. 1Cor 15, 20-26.8; Col 3,11; Rm 11,32).

Marcos enfatiza que este reino es la presencia de la Palabra de Dios, que como semilla que “cayeron en tierra buena; crecieron, se desarrollaron y dieron fruto” (Mc 4, 8) Es la semilla que crece en silencio y da fruto por si misma hasta que llega su tiempo que es la fuerza que le llevará hasta su perfección.  Esta parábola de la semilla es propia del evangelio de Marcos (Mc 4,26-29) con ella indica que de la misma manera como sucede con la semilla que se siembra en un campo y nace por si sola, sucedes con el reino de Dios que irrumpe silenciosamente  en el corazón de la comunidad. 

De igual manera, en la parábola del grano de mostaza (Mc 4,30-34) manifiesta el crecimiento del Reino, posibilitando a la comunidad anidar en él, dando los frutos de justicia, concreción del reinado de Dios: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia” (Mt 6,33).


A modo de conclusión 
1.      El Reino de Dios se da en el silencioso crecimiento de la semilla, de la misma manera como crece la Palabra desde el huerto sensible de Dios (1R 19,12-13) Así va creciendo el reino de Dios: El campo es la Iglesia-comunidad y el árbol que crece más que las otras plantas del huerto, es la misma comunidad en crecimiento. Las demás plantas  del huerto, son los que pertenecen a la Iglesia, pero no se comprometen con Jesús Resucitado. Las ramas son las comunidades creyentes, dentro de la Iglesia comunidad pos-pascual, que darán los frutos requeridos (Cfr. Ez 17,23; Dn 4,12 {9}.20-21 {17-18}) Y allí, anidarán los hijos de Dios que pertenecen al reino[1].
2.      Las parábolas del reino, tienen la particularidad de hacernos entrar en la pedagogía de Dios, que se entrelaza en el caminar de la comunidad que va irrumpiendo en el silencio de la Iglesia-comunidad-pos-pascual, que nos acoge como hijos en el Hijo, nos hace pueblo (Mc 8,31-32ª ;1P 2,9) y nos guía en la “caminada” enviando junto con el Padre al Espíritu (Jn 14,15-20) Por esta razón, la Palabra crea y alimenta la novedad de la conversión (2P 1,19), pero el no asumirla es propiciación de condena y de juicio (Jn 12,44-50; Cfr.  16,8-11)[2].

3.      Hoy la comunidad cristiana debe ser testigo del reinado de Dios, en la Iglesia de la misericordia desde el horizonte de la conversión pastoral, llamado que nos hace el Señor: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Mc 1,15) La conversión es un camino de encuentro y seguimiento con Jesús: “Síganme y yo los haré pescadores de hombres. Y de inmediato dejaron sus redes y le siguieron” (Mc 1,17-18)[3].


“Haz tu lo que puedas, pide lo que no puedes, y Dios te dará para que puedas (San Agustín. Serm.43)


[1] CASALINS, Guillermo. OTRO TEXTO PARA NO LEER. Medellín. 2011. Pág. 77
[2] CASALINS, Guillermo. OTRO TEXTO. Op. Cit. Pág. 79
[3] CASALINS, Guillermo. OTRO TEXTO. Op. Cit. Pág. 80

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